Benedictinos
* Misa diaria a las 7:00 a.m. en el Monasterio *

¿Qué es ser monje benedictino hoy?

Ser monje benedictino hoy, como en todo tiempo, es ser un signo de contradicción, de reparo para sus semejantes. Para un mundo que en su avance a veces muestra que ha perdido la perspectiva de Dios y la capacidad de escucharlo, el monje se presenta como un testigo de Aquel que habla desde lo profundo de uno, que pasa al lado nuestro en la persona del otro, que se revela en los acontecimientos.

Es también ser signo de lo venidero; un vigía de Quién ha de venir con gloria y ser todo en todos; un rumiador constante de la Palabra de Dios, que hace de ella su delicia.

¿Cómo saber y reconocer el llamado de Dios a la vida monástica?

Dios suscita en aquellos que llama específicamente a la vida monástica un fuego o deseo intenso que impele hacia Dios y ante el cuál todas las cosas se relativizan, porque llega a tomarlo como plenitud.

Para aquellos, el camino evangélico, se ve marcado por un deseo profundo de soledad, para llenarla de Dios, pero también un deseo muy intenso de comunidad para compartir esa Palabra de Vida que se va encarnando en los hermanos.

Surge también una búsqueda incesante del rostro de Dios, que lleva a tener ante los ojos del alma la presencia de Dios y en la mente la memoria de Dios, para que así contemplándolo, sea llevado en toda acción.

Se produce como expresión de la vivencia interior, la capacidad de vivir un compromiso profundo de arraigo en Dios; un Dios que se siente vivo y presente en la Comunidad, a la qué se siente llamado y a la cuál por el voto de estabilidad queda ligado para siempre.

Un aspecto que se desprende de todo lo anterior, es desear constantemente realizar la voluntad de Dios, siguiendo el camino de la humildad, que exige la entrega de la propia voluntad para encontrarla, ya libre de toda esclavitud, en Dios. Sólo así se hace evidente en el monje su tercer voto, el de la conversatio morum, o cambio radical de las propias costumbres para asumir otras que le acerquen permanentemente a Dios y lo identifiquen como su hijo.