Capítulo 51
LOS HERMANOS QUE NO VIAJAN MUY LEJOS
1 El hermano que es enviado a alguna diligencia, y espera volver al monasterio el mismo día, no se atreva a comer fuera, aun cuando se lo rueguen con insistencia, 2 a no ser que su abad se lo hubiera mandado. 3 Si obra de otro modo, sea excomulgado.
Capitulo 52
EL ORATORIO DEL MONASTERIO
1 Sea el oratorio lo que dice su nombre, y no se lo use para otra cosa, ni se guarde nada alli. 2 Cuando terminen la Obra de Dios, salgan todos en perfecto silencio, guardando reverencia a Dios, 3 de modo que si quizas un hermano quiere orar privadamente, no se lo impida la importunidad de otro.
4 Y si alguno, en otra ocasion, quiere orar por su cuenta con mas recogimiento, que entre sencillamente y ore, pero no en alta voz, sino con lagrimas y con el corazon atento. 5 Por lo tanto, al que no ora asi, no se le permita quedarse en el oratorio al concluir la Obra de Dios, no sea que, como se dijo, moleste a otro.
Capítulo 53
LA RECEPCION DE LOS HUESPEDES
1 Recíbanse a todos los huéspedes que llegan como a Cristo, pues Él mismo ha de decir: “Huésped fui y me recibieron”. 2A todos dése el honor que corresponde, pero sobre todo a los hermanos en la fe y a los peregrinos.
3 Cuando se anuncie un huésped, el superior o los hermanos salgan a su encuentro con la más solícita caridad. 4 Oren primero juntos y dense luego la paz. 5 No den este beso de paz antes de la oración, sino después de ella, a causa de las ilusiones diabólicas.
6 Muestren la mayor humildad al saludar a todos los huéspedes que llegan o se van, 7 inclinando la cabeza o postrando todo el cuerpo en tierra, adorando en ellos a Cristo, que es a quien se recibe.
8 Lleven a orar a los huéspedes que reciben, y luego el superior, o quien éste mandare, siéntese con ellos. 9 Léanle al huésped la Ley divina para que se edifique, y trátenlo luego con toda cortesía.
10 En atención al huésped, el superior no ayunará (a no ser que sea un día de ayuno importante que no pueda quebrantarse), 11 pero los hermanos continúen ayunando como de costumbre. 12 El abad vierta el agua para lavar las manos de los huéspedes, 13 y tanto el abad como toda la comunidad laven los pies a los huéspedes. 14 Después de lavarlos, digan este verso: “Hemos recibido, Señor, tu misericordia en medio de tu templo”.
15 Al recibir a pobres y peregrinos se tendrá el máximo de cuidado y solicitud, porque en ellos se recibe especialmente a Cristo, pues cuando se recibe a ricos, el mismo temor que inspiran, induce a respetarlos.
16 Debe haber una cocina aparte para el abad y los huéspedes, para que éstos, que nunca faltan en el monasterio, no incomoden a los hermanos, si llegan a horas imprevistas.
17 Dos hermanos que cumplan bien su oficio, encárguense de esta cocina durante un año. 18 Si es necesario, se les proporcionará ayudantes para que sirvan sin murmuración; por el contrario, cuando estén menos ocupados, vayan a trabajar a donde se los mande. 19 Y no sólo con éstos, sino con todos los que trabajan en oficios del monasterio, téngase esta consideración 20 de concederles ayuda cuando lo necesiten, pero luego, cuando estén desocupados, obedezcan lo que les manden.
21 Un hermano, cuya alma esté poseída del temor de Dios, se encargará de la hospedería, 22 en la cual habrá un número suficiente de camas preparadas. Y la casa de Dios sea sabiamente administrada por varones sabios.
23 No trate con los huéspedes ni converse con ellos quien no estuviere encargado de hacerlo. 24 Pero si alguno los encuentra o los ve, salúdelos humildemente, como dijimos, pida la bendición y pase de largo, diciendo que no le es lícito hablar con un huésped.
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Notas
1. Mt 25,35
2. Gal 6,10
9. Hch 28,1-2
14. Sal 47,10
Capítulo 54
SI EL MONJE DEBE RECIBIR CARTAS
U OTRAS COSAS
1 En modo alguno le es lícito al monje recibir cartas, eulogias o cualquier pequeño regalo de sus padres, de otra persona o de otros monjes, ni tampoco darlos a ellos, sin la autorización del abad. 2 Aunque fueran sus padres los que le envían algo, no se atreva a aceptarlo sin antes haber informado al abad. 3 Y si éste manda recibirlo, queda en la potestad del mismo abad el disponer a quién se lo ha de dar. 4 Y no se ponga triste el hermano a quien se lo enviaron, no sea que dé ocasión al diablo. 5 Al que se atreva a obrar de otro modo, sométaselo a la disciplina regular.
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Notas
4. Ef 4,27
Capítulo 55
EL VESTIDO Y CALZADO DE LOS MONJES
1 Dése a los hermanos la ropa que necesiten según el tipo de las regiones en que viven o el clima de ellas, 2 pues en las regiones frías se necesita más, y en las cálidas menos. 3 Esta apreciación le corresponde al abad.
4 Por nuestra parte, sin embargo, creemos que en lugares templados a cada monje le basta tener cogulla y túnica 5 (la cogulla velluda en invierno, y ligera y usada en verano), 6 un escapulario para el trabajo, y medias y zapatos para los pies.7 No se quejen los monjes del color o de la tosquedad de estas prendas, sino acéptenlas tales cuales se puedan conseguir en la provincia donde vivan, o que puedan comprarse más baratas. 8 Preocúpese el abad de la medida de estos mismos vestidos, para que no les queden cortos a los que los usan, sino a su medida.
9 Cuando reciban vestidos nuevos, devuelvan siempre al mismo tiempo los viejos, que han de guardarse en la ropería para los pobres. 10 Pues al monje le bastan dos túnicas y dos cogullas, para poder cambiarse de noche y para lavarlas; 11tener más que esto es superfluo y debe suprimirse. 12Devuelvan también las medias y todo lo viejo, cuando reciban lo nuevo.
13 Los que salen de viaje, reciban ropa interior de la ropería, y al volver devuélvanla lavada. 14 Haya también cogullas y túnicas un poco mejores que las de diario; recíbanlas de la ropería los que salen de viaje, y devuélvanlas al regresar.
15 Como ropa de cama es suficiente una estera, una manta, un cobertor y una almohada. 16 El abad ha de revisar frecuentemente las camas, para evitar que se guarde allí algo en propiedad. 17 Y si se descubre que alguien tiene alguna cosa que el abad no le haya concedido, sométaselo a gravísimo castigo.
18 Para cortar de raíz este vicio de la propiedad, provea el abad todas las cosas que son necesarias, 19 esto es: cogulla, túnica, medias, zapatos, cinturón, cuchillo, pluma, aguja, pañuelo y tablillas para escribir, para eliminar así todo pretexto de necesidad.
20 Sin embargo, tenga siempre presente el abad aquella sentencia de los Hechos de los Apóstoles: “Se daba a cada uno lo que necesitaba”. 21 Así, pues, atienda el abad a las flaquezas de los necesitados y no a la mala voluntad de los envidiosos. 22 Y en todas sus decisiones piense en la retribución de Dios.
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Notas
20. Hch 4,35
Capítulo 56
LA MESA DEL ABAD
1 Reciba siempre el abad en su mesa a huéspedes y peregrinos.2 Cuando los huéspedes sean pocos, puede llamar a los hermanos que él quiera; 3 pero procure dejar uno o dos ancianos con los hermanos, para que mantengan la disciplina.
Capítulo 57
LOS ARTESANOS DEL MONASTERIO
1 Los artesanos que pueda haber en el monasterio, ejerzan con humildad sus artes, si el abad se lo permite. 2 Pero si alguno de ellos se engríe por el conocimiento de su oficio, porque le parece que hace algo por el monasterio, 3 sea removido de su oficio, y no vuelva a ejercerlo, a no ser que se humille, y el abad lo autorice de nuevo.
4 Si hay que vender algo de lo que hacen los artesanos, los encargados de hacerlo no se atrevan a cometer fraude alguno. 5 Acuérdense de Ananías y Safira, no sea que la muerte que ellos padecieron en el cuerpo, 6 la padezcan en el alma éstos, y todos los que cometieren algún fraude con los bienes del monasterio.
7 En los mismos precios no se insinúe el mal de la avaricia. 8Véndase más bien, siempre algo más barato de lo que pueden hacerlo los seglares, “para que en todo sea Dios glorificado”.
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Notas
5. Hch 5,1-11
9. 1 Pe 4,11
Capítulo 58
EL MODO DE RECIBIR A LOS HERMANOS
1 No se reciba fácilmente al que recién llega para ingresar a la vida monástica, 2 sino que, como dice el Apóstol, “prueben los espíritus para ver si son de Dios”.
3 Por lo tanto, si el que viene persevera llamando, y parece soportar con paciencia, durante cuatro o cinco días, las injurias que se le hacen y la dilación de su ingreso, y persiste en su petición, 4 permítasele entrar, y esté en la hospedería unos pocos días. 5 Después de esto, viva en la residencia de los novicios, donde éstos meditan, comen y duermen. 6Asígneseles a éstos un anciano que sea apto para ganar almas, para que vele sobre ellos con todo cuidado.
7 Debe estar atento para ver si el novicio busca verdaderamente a Dios, si es pronto para la Obra de Dios, para la obediencia y las humillaciones. 8 Prevénganlo de todas las cosas duras y ásperas por las cuales se va a Dios. 9Si promete perseverar en la estabilidad, al cabo de dos meses léasele por orden esta Regla, 10 y dígasele: He aquí la ley bajo la cual quieres militar. Si puedes observarla, entra; pero si no puedes, vete libremente.
11 Si todavía se mantiene firme, lléveselo a la sobredicha residencia de los novicios, y pruébeselo de nuevo en toda paciencia. 12 Al cabo de seis meses, léasele la Regla para que sepa a qué entra. 13 Y si sigue firme, después de cuatro meses reléasele de nuevo la misma Regla.
14 Y si después de haberlo deliberado consigo, promete guardar todos sus puntos, y cumplir cuanto se le mande, sea recibido en la comunidad, 15 sabiendo que, según lo establecido por la ley de la Regla, desde aquel día no le será lícito irse del monasterio, 16 ni sacudir el cuello del yugo de la Regla, que después de tan morosa deliberación pudo rehusar o aceptar.
17 El que va a ser recibido, prometa en el oratorio, en presencia de todos, su estabilidad, vida monástica y obediencia, 18 delante de Dios y de sus santos, para que sepa que si alguna vez obra de otro modo, va a ser condenado por Aquel de quien se burla.
19 De esta promesa suya hará una petición a nombre de los santos cuyas reliquias están allí, y del abad presente. 20Escriba esta petición con su mano, pero si no sabe hacerlo, escríbala otro a ruego suyo, y el novicio trace en ella una señal y deposítela sobre el altar con sus propias manos. 21Una vez que la haya depositado, empiece enseguida el mismo novicio este verso: “Recíbeme, Señor, según tu palabra, y viviré; y no me confundas en mi esperanza”. 22Toda la comunidad responda tres veces a este verso, agregando “Gloria al Padre”.
23 Entonces el hermano novicio se postrará a los pies de cada uno para que oren por él, y desde aquel día sea considerado como uno de la comunidad.
24 Si tiene bienes, distribúyalos antes a los pobres, o bien cédalos al monasterio por una donación solemne. Y no guarde nada de todos esos bienes para sí, 25 ya que sabe que desde aquel día no ha de tener dominio ni siquiera sobre su propio cuerpo.
26 Después, en el oratorio, sáquenle las ropas suyas que tiene puestas, y vístanlo con las del monasterio. 27 La ropa que le sacaron, guárdese en la ropería, donde se debe conservar, 28 pues si alguna vez, aceptando la sugerencia del diablo, se va del monasterio, lo que Dios no permita, sea entonces despojado de la ropa del monasterio y despídaselo.
29 Pero aquella petición suya que el abad tomó de sobre el altar, no se le devuelva, sino guárdese en el monasterio.
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Notas
2. 1 Jn 4,1
3. Cf. Lc 11,8; cf. Hch 12,16
6. Cf. Mt 18,15; cf. 1 Cor 9,20
11. Cf. 2 Tim 4,2
18. Gal 6,7
21. Sal 118,116
25. Cf. 1 Cor 7,4
Capítulo 59
LOS HIJOS DE NOBLES O DE POBRES
QUE SON OFRECIDOS
1 Si quizás algún noble ofrece su hijo a Dios en el monasterio, y el niño es de poca edad, hagan los padres la petición que arriba dijimos, 2 y ofrézcanlo junto con la oblación, envolviendo la misma petición y la mano del niño con el mantel del altar.
3 En cuanto a sus bienes, prometan bajo juramento en la mencionada petición que nunca le han de dar cosa alguna, ni le han de procurar ocasión de poseer, ni por sí mismos, ni por tercera persona, ni de cualquier otro modo. 4 Pero si no quieren hacer esto, y quieren dar una limosna al monasterio en agradecimiento, 5 hagan donación de las cosas que quieren dar al monasterio, y si quieren, resérvense el usufructo.
6 Ciérrense así todos los caminos, de modo que el niño no abrigue ninguna esperanza que lo ilusione y lo pueda hacer perecer, lo que Dios no permita, como lo hemos aprendido por experiencia.
7 Lo mismo harán los más pobres. 8 Pero los que no tienen absolutamente nada, hagan sencillamente la petición y ofrezcan a su hijo delante de testigos, junto con la oblación.
Capítulo 60
LOS SACERDOTES QUE QUIEREN VIVIR
EN EL MONASTERIO
1 Si algún sacerdote pide ser admitido en el monasterio, no se lo acepte demasiado pronto. 2 Pero si insiste firmemente en este pedido, sepa que tendrá que observar toda la disciplina de esta Regla, 3 y que no se le mitigará nada, para que se cumpla lo que está escrito: “Amigo, ¿a qué has venido?”.
4 Permítasele, sin embargo, colocarse después del abad, y si éste se lo concede, puede bendecir y recitar las oraciones conclusivas. 5 En caso contrario, de ningún modo se atreva a hacerlo, sabiendo que está sometido a la disciplina regular; antes bien, dé a todos ejemplos de humildad.
6 Si se trata de ocupar un cargo en el monasterio, o de cualquier otra cosa, 7 ocupe el lugar que le corresponde por su entrada al monasterio, y no el que se le concedió en atención al sacerdocio.
8 Si algún clérigo, animado del mismo deseo, quiere incorporarse al monasterio, colóqueselo en un lugar intermedio, 9 con tal que prometa también observar la Regla y la propia estabilidad.
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Notas
3. Mt 26,50