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La Comunidad del Monasterio de la Encarnación abre sus puertas a los oblatos. De esta manera, extiende su experiencia benedictina a personas laicas como parte de la familia espiritual. Así, en un acto acto de oblación se establece los lazos recíprocos que unen al oblato con la comunidad monástica. El monasterio, de acuerdo a sus tradiciones y características da al oblato una participación más cercana en su vida de “ofrecimiento” y en las oraciones de la comunidad, dándole la oportunidad de profundizar su vida espiritual, doctrinal y litúrgica a través del continuo contacto que tiene con su monasterio.
El oblato, a través de su oblación, se compromete a seguir un estilo de vida que dé testimonio de su asociación a una tradición monástica en el tiempo presente. En particular él comparte la vida de su familia monástica con su oración personal, con sus visitas al monasterio y en la participación en la liturgia de su comunidad monástica. Los intercambios fraternales por medio de cartas, encuentros, dirección y guía espiritual por cualquier monje de la comunidad, profundizan los lazos que el oblato tiene con su familia monástica.
La elección del oblato por su filiación a un monasterio en particular es el resultado de experimentar un lazo de espiritualidad con tal comunidad monástica, con este comienzo se puede construir una relación fructífera entre ambos. Es así que los oblatos de un monasterio establecen lazos de amistad entre sí como una expresión de caridad fraterna. Estas relaciones se expresarán, según las circunstancias, en encuentros de oración, estudio o actos de caridad.
¿QUÉ ES UN OBLATO?
Un Oblato es un cristiano, laico o religioso, miembro de la Iglesia Católica, quien encuentra en la Regla de San Benito el estímulo y guía para desarrollar su llamado a la perfección cristiana de modo que busque, sirva y glorifique a Dios con todo su ser.
El ideal de vida de un oblato es vivir el evangelio de la mejor manera posible, esforzándose por ser “perfecto” como nos lo enseña Cristo. Este es el único objetivo que nos anima ya sea como monjes o como oblatos y para alcanzarlo hay dos obligaciones, que nosotros ya aceptamos en el bautismo: Oración y Caridad.
En el capítulo 59 de la Regla, “Sobre la recepción de los hermanos”, san Benito nos dice que el Maestro de Novicios debe discernir si el novicio está realmente buscando a Dios ¿Está realmente buscando al único Maestro en todas las situaciones que se le presentan?: El oblato es una persona que, mientras vive en el mundo, busca a Dios en todas las cosas: en su familia, en su vida social, en su trabajo, en su “religión” siguiendo un camino propio hacia Dios, marcado por la Regla, la misma regla que guía a sus “confratres” en el monasterio.
Del mismo modo que los monjes y monjas, los oblatos se asocian a una familia monástica en particular, así, ellos son una extensión de esa familia monástica en la vida cotidiana. Por este vínculo los oblatos están asociados con la familia benedictina entera (Orden) al interior de la Iglesia. Esto es lo que distingue a un oblato de un terciario: Un terciario pertenece a una Tercera Orden con una regla y regulaciones específicas para dicha Tercera Orden. Hoy en día, desde el documento sobre “La Renovación de la Vida Religiosa” los miembros de una Tercera Orden son miembros de una Orden Secular, como es el caso de la Orden Secular Franciscana.
El oblato pertenece a una familia monástica específica y sigue la misma Regla y todo lo que ésta implica. Así, el oblato comparte la riqueza espiritual de la gran familia benedictina y especialmente los méritos y buenas obras de su propio monasterio. El oblato, por su parte con sus oraciones y buenas obras, hace cuánto puede para promover el bien de su propia comunidad monástica, de la familia benedictina y de la Iglesia universal; esto incluye ser fiel y servicial a su parroquia y su diócesis.
La filiación de los oblatos a un monasterio particular tiene la finalidad de ayudarles a integrarse del mejor modo en el Cuerpo Místico de Cristo, desde su respectiva vocación, siendo ante todo hombres y mujeres de la Iglesia.
LA VIDA ESPIRITUAL DEL OBLATO
Cristo nos llama a todos a la santidad y este llamado es enfatizado por el oblato. Está llamado a vivir el misterio pascual que es morir al pecado y vivir una nueva vida en Cristo. En otras palabras, estamos llamados a la conversión, que es un acto continuo de volverse hacia Dios durante toda la vida. En este camino la Santa Regla es para el oblato una guía y siguiendo su espíritu busca a Dios a través de la conversión de todo su ser.
Conversatio Morum (Conversión de Vida), el voto que sus hermanos monásticos toman, consiste en la renovación consiente de nuestra consagración bautismal, haciendo una promesa formal de vivir esta consagración en la “escuela del servicio divino” tal como es establecida por san Benito, esto es, en la oración, en el trabajo, en el ejercicio de la virtud, en la forma en la que conducimos nuestras responsabilidades sociales y relaciones.
La Santa Regla es un código de sabiduría humana y sobrenatural, abierta a todos y que tiene también un gran valor para los laicos cuya vocación es buscar el reino de Dios en su vida diaria y vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. De este modo la Regla nos presenta una forma práctica de vivir el evangelio.
ORACIÓN
El oblato debe entrenarse por sí mismo en la oración, que debe estar marcada por los más auténticos valores espirituales como son: la Liturgia, la Sagrada Escritura, los Sacramentos y la oración personal. El centro de la vida del oblato debe ser la Eucaristía, en la cual une su oblación con el sacrificio de Cristo.
El trabajo principal del monje se lleva a cabo en el coro: la solemne celebración del Oficio Divino, que es la oración oficial de la Iglesia y al cual san Benito llama “la obra de Dios”. El oblato es asociado a esta “obra” y debe, tanto como sus circunstancias se lo permitan, tratar de rezar alguna parte del Oficio Divino cada día, en comunión con sus hermanos en el monasterio.
Las oraciones de la mañana y la tarde, Laudes y Vísperas, deben tener especial importancia; estas pueden ser abreviadas o adaptadas según sea conveniente, con el consentimiento del Maestro de Oblatos.
La Lectio Divina, que es la práctica monástica tradicional de leer las Escrituras y los Padres de un modo meditativo y pausado, es el elemento primordial de la espiritualidad monástica. Para enriquecer y profundizar su vida de oración personal, el oblato no debe ser negligente en la práctica de la Lectio Divina. También se pueden leer otros libros de espiritualidad con este método.
La lectura espiritual es muy recomendada como una forma de profundizar nuestro conocimiento de la espiritualidad cristiana y ayudar a entender las “cosas de Dios”. El oblato debe dedicarle algún tiempo cada día, a fin de obtener una “escucha” fructífera y vívida, ayudado con los escritos de hombres y mujeres entendidos y santos, en un clima de silencio y recolección, que lo llevarán a una relación más íntima con Dios.
TRABAJO
San Benito nos previene contra la “pereza que es enemiga del alma” RB. 48 y nos dice que “Dios debe ser glorificado en todas las cosas” RB. 57. El oblato debe aplicarse a estas normas en cualquiera sea su trabajo diario, con generosidad y gozo, y hacer buen uso de los talentos que Dios le ha dado, poniendo en su trabajo esfuerzo y buena voluntad para alcanzar la perfección que redundará en beneficio de la sociedad y además a la consagración de ese trabajo para la renovación de su entorno.
EJERCICIO DE LAS VIRTUDES
La espiritualidad benedictina está coloreada por las enseñanzas de la Santa Regla y particularmente por su prólogo, por el capítulo 4, sobre las buenas obras, y por el capítulo 7, sobre la humildad.
El oblato debe tratar de penetrar las enseñanzas detrás de estos capítulos, encontrando aquí los cimientos de su formación cristiana, elementos para el desarrollo de su vida espiritual y además aplicaciones prácticas para su vida diaria. Pero el oblato debe tener siempre presente la búsqueda de Dios sobre todas las cosas y ese permanente amor por Cristo que es la base de la vida cristiana.
El oblato, como fiel miembro de la Iglesia de Cristo, debe mostrar fidelidad y obediencia al Magisterio de la Iglesia y particularmente la guía del Papa y los obispos.
Las virtudes de la humildad y la obediencia encuentran su expresión en la aceptación del deber, del sufrimiento y de la lucha contra el mal. El oblato debe tratar de mantenerse libre del “espíritu de este mundo” y si fuese posible tratar de vivir con un espíritu de simplicidad, frugalidad, penitencia y caridad.
El oblato siempre debe mantener una actitud de simplicidad y ser guiado por la discreción – madre de todas las virtudes y una característica de san Benito – para conseguir el amor perfecto, que destierra el miedo.
VIDA SOCIAL
La Regla propone como ejemplo de vida social, el de una familia donde se practica la caridad, organizada en el espíritu del evangelio.
El oblato en su actitud social de gentileza, comprensión, paciencia, abnegación, disponibilidad y de servicio nunca debe olvidar que el buen comportamiento de un individuo tiene influencia en la comunidad donde vive, y de este modo es enriquecida en sus valores morales y espirituales.
El oblato, por su oblación y su unión con su familia monástica, tiene como tarea especial dar testimonio de Cristo, y manteniendo siempre en mente las realidades eternas, se dedicará enteramente y con corazón generoso a la propagación del reino de Dios y animar un orden en su entorno
EL OBLATO Y LA COMUNIDAD
El Abad tiene a su cargo el cuidado de los oblatos, él puede designar uno de sus monjes como Maestro de Oblatos; este monje será el responsable directo de los “hermanos viviendo en el mundo” y actúa como enlace entre la comunidad y los oblatos, manteniendo vivo el amor fraterno.
Se sostendrán reuniones con los oblatos, ya sea en pequeños grupos, de acuerdo a la disponibilidad geográfica o reuniones generales en el monasterio. Estos encuentros tienen principalmente fines espirituales pero son también de ayuda para la confraternización y la amistad, de este modo los oblatos establecen lazos de caridad fraterna entre ellos y con el monasterio.
Así, el Maestro de Oblatos organizará regularmente una “Carta Espiritual” a todos los oblatos del monasterio y a la vez organizar la celebración de una misa por los oblatos en determinadas fiestas del año, estas son: Navidad, Epifanía, Sta. Escolástica (10 de febrero), Sta. Francisca de Roma (9 de marzo), Sn. Benito (21 de marzo), Sn. Enrique (15 de julio) la Asunción (15 de agosto), Todos los Santos (1 de noviembre), la Presentación de la Virgen (21 de noviembre), Pascua y Pentecostés. También se celebrará una misa por los oblatos el día de la fiesta patronal del monasterio la Anunciación, el 25 de marzo. Por otra parte, cuando el Maestro de Oblatos recibe la noticia de la muerte de un oblato, hará los arreglos para celebrar una misa por el descanso de su alma.
Los oblatos hacen algunas contribuciones materiales con su familia monástica, ya que todos, monjes y oblatos, deben ayudar con el mantenimiento de la “casa”. Los oblatos hacen una donación anual, dependiendo de sus circunstancias y posibilidades, esto ayudará a cubrir los costos en comunicaciones y cualquier otro gasto que el Maestro de Oblatos tenga que hacer en su servicio.
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