Miércoles de Ceniza 22 febrero 2023

Miércoles de Ceniza
Lurín, 22 de febrero de 2023

Queridos Hermanos:

Iniciamos la Cuaresma hoy, habiendo celebrado en la liturgia la imposición de las cenizas, la cual nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.
Sabemos que este tiempo es dedicado con más intensidad a la oración, a la penitencia y al ayuno. Es costumbre de los monasterios y cómo sugiere la santa Regla, ofrecer al superior una lista de una o varias penitencias que cada hermano realzará en este tiempo para que no entre en nosotros la vanidad ni la vanagloria. Estos son pues, hermanos, cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás” y “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”. Como vemos en el Antiguo Testamento, estas palabras y actos litúrgicos nos remiten a la antigua costumbre de los judíos que acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio. Además vemos en el libro de Jonás cómo entre los ninivitas también se usaba la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un “hábito penitencial”. Esto representaba su voluntad de convertirse, de manera que las formas exteriores ayudaban a una mejor disposición interior. Así pues en nuestra era cristiana, ya en el siglo IV, la Cuaresma adquirió un sentido penitencial y, desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

Esta idea de penitencia y conversión la sugiere también la Regla, es más, san Benito nos dice que la vida del monje debería ser toda una Cuaresma, pues nos preparamos a la santa Pascua de la vida eterna. Es decir, que cada año renovamos el deseo de preparación a la vida eterna, aunque en nuestra humanidad la concupiscencia nos haga pasar una mala jugada, acompañada de nuestra libertad no bien dirigida y nuestra dejadez. La carnalidad es lo que tiene que educarse junto a nuestra psique y nuestro corazón.

Es interesante cómo la palabra carnaval que significa “adiós a la carne” se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevos y todo de lo que se abstendría en este periodo.). Todos los productos perecibles y no muy consumidos en este tiempo cuaresmal. En muchos lugares se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.

Muy pronto se empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comidas y para realizar también todos los actos de los cuales se “arrepentirían” durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales de algunas ciudades.

¿Qué nos dice todo esto?, que para los seres humanos, cuesta mucho o demasiado dejar las costumbres que nos denigran o los vicios que no queremos dejar porque son apetecibles.
El Evangelio va más allá. Nos habla de ver el fin de nuestros actos, hacer sacrificios por amor a Dios, entregar la vida para salvarla, vivir en esa búsqueda de Dios esperando la santa Pascua de nuestra Resurrección siguiendo al Señor Resucitado. Nos pone una meta y un fin qué alcanzar. Nos hace desprendernos de nuestros pequeños vicios y malas costumbres a los que nos hemos empeñado en no soltar. Finalmente, nos da la oportunidad a liberarnos de todo lo que nos esclaviza y nos deja sin fuerza, nublando y opacando esa siempre llamada a hacer la voluntad de Dios.

Aquí la oración será muy importante, ya que nos ayudará a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar en nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el sentido del amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.

Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar malas prácticas como la murmuración, de lo que tanto nos habla la Regla. La disipación, es decir, evitar las distracciones de la mente y del corazón lo más posible. Los frutos positivos de este tiempo son: la sinceridad que debe salir de lo profundo de nuestro corazón. La humildad y la obediencia, virtudes y pilares que nos menciona la Regla para el monje. El sacrificio, que significa en su etimología “hacer sagradas las cosas”, cosas que debemos hacerlas con alegría, ya que es por amor a Dios y es Dios quien crea y mantiene las cosas.

Si no lo hacemos así, causaremos lástima y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. Nos dice el Señor en las Escrituras: “Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lávate la cara para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo secreto: y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mt 6,6)

Finalmente, hermanos, vemos que estos actos y recomendaciones de este tiempo de Cuaresma son para Dios y es por Dios que hacemos todas las cosas. Pero cómo amar a Dios a quien no vemos, sino amamos y buscamos el bien del prójimo a quien sí vemos. Ese amor debe iniciarse con la purificación y revisión de nuestro interior.

P. Alex Echeandía, OSB