1. CONTACTO
El discernimiento de la vocación a la vida monástica se realiza mejor mediante la experiencia personal y el encuentro con los monjes detrás del claustro.
Nosotros, en el Monasterio “Santa María de la Santísima Trinidad”, abrimos nuestra puerta a quienes desean discernir una vocación para la vida religiosa específicamente monástica. El primer contacto es con el maestro de novicios y responsable de atender a los jóvenes interesados.
Después de un período de diálogo, con el responsable de las vocaciones y con otros monjes, el joven es invitado para venir y unirse a nosotros para un tiempo experiencia de discernimiento dentro del claustro del monasterio compartiendo nuestra vida junto con los hermanos en formación. Este es también el período en el que se busca la aprobación para solicitar la entrada al monasterio.
El discernimiento se hace mejor con un corazón puro y una razón bien formada. Se lleva a cabo con la ayuda del Espíritu Santo, el sabio consejo de personas fieles y utiliza la propia capacidad de discernimiento dada por Dios. Se ha dicho que los tres signos de una verdadera vocación son el deseo, la capacidad y la llamada.
- DESEO: Al discernir una llamada a la forma de vida monástica, se debe sentir en el alma un anhelo de seguir a Cristo en toda su pureza, pobreza, caridad y compromiso radical para cumplir la voluntad de nuestro Padre celestial.
- CAPACIDAD: Se requiere una salud física y mental razonablemente buena para soportar los desafíos diarios de la oración y el trabajo monásticos. Quizás la mayor práctica ascética del monaquismo benedictino es vivir en comunidad con verdadera caridad. La obediencia, junto con la caridad y la humildad, son valores en el corazón del camino monástico. Estas virtudes nos permiten orar y trabajar en una paz recortada, fruto del encuentro personal con Cristo. El monje se esfuerza por escuchar la Palabra de Dios y responder de todo corazón. Cuando uno escucha la llamada de Cristo a «Sígueme», responde como lo hizo la Santísima Virgen María, «Fiat». “Sí, hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1,38). Un candidato puede finalmente estar seguro de su vocación cuando Cristo le dice “sí” a través de la voz de la Iglesia.
- LLAMADA: La vida de un monje no es para todos. Es una vida rigurosa de oración, trabajo y estudio, vivida en comunidad, y no está exenta de desafíos diarios. Pero para los llamados a ella, el camino monástico es una vida alegre y plena. Si usted cree que está listo para renunciar a su «propia voluntad, de una vez por todas, y armado con las fuertes y nobles armas de la obediencia para luchar por el verdadero Rey, Cristo el Señor», comuníquese con el responsable de las vocaciones y concertar una visita a nuestro monasterio.
2. ASPIRANTADO
Después del tiempo dedicado a este discernimiento previo al ingreso, se inicia la etapa del aspirantado por un período de aproximadamente 6 meses, bajo la guía de un maestro quien, en nombre de la Comunidad, lo acompaña.
3. POSTULANTADO
Si persevera y la comunidad lo cree conveniente pasa a una segunda etapa llamada postulantado, por un periodo de un año aproximadamente, con el cual se comienza propiamente la experiencia monástica en forma continua compartiendo de lleno la vida con la comunidad. El objetivo principal y primario, es el discernimiento y estudio de la propia vocación religiosa. Esto permitirá al candidato responder a la llamada de Dios con una elección “suficientemente” libre y responsable. La finalidad que se persigue es que el joven candidato llegue al noviciado con esa madurez humana y cristiana.
4. NOVICIADO
Si continúa perseverando y la comunidad aprecia que busca por entero a Dios, se le acepta como novicio por un tiempo de 2 años. A medida que el novicio continúa su búsqueda sincera de Dios y así conocer su llamado, se le proporciona un enfoque profundo en nuestras costumbres, historia y tradiciones del monaquismo, las Sagradas Escrituras, los Salmos y la Regla de San Benito. Recibe el hábito y será presentado al Capítulo monástico para solicitar votos simples después de dos años de noviciado.
5. JUNIORADO
Al término del noviciado, tras los cuales, si el candidato lo pide, tras larga deliberación de su compromiso y la comunidad lo considera idóneo se le permite tomar los votos temporales por tres años. Tiempo éste en el cual se continúa el esfuerzo de profundización en las fuentes monásticas y recibe nuevas responsabilidades. El juniorado es un compromiso de vivir sus votos monásticos con fidelidad y fervor. Recibe el hábito completo y un nombre nuevo para marcar su transformación a una vida según el camino del Evangelio.
6. VOTOS SOLEMNES
Este voto final es de por vida. Es un compromiso de por vida vivir los mandamientos del Evangelio a través de la fidelidad a los votos monásticos de obediencia, estabilidad y conversión de vida permanente. Este compromiso incluye los tres votos tradicionales (castidad, pobreza y obediencia) y todas las demás implicaciones de la vida del monje, tal como son señaladas en la Regla y como las ha subrayado la tradición monástica. La estabilidad significa la vinculación a la comunidad y la radicación en el monasterio para toda la vida.
Nota:
Llegados a este punto, vale la pena aclarar lo siguiente: El monasterio no es una casa de formación sacerdotal. El hermano que ingresa viene a ser monje, a vivir “tomando por guía el Evangelio”, como nos dice nuestro Padre San Benito desde el prólogo de la Regla, en el ritmo de vida anteriormente descrito. Todos los hermanos de la comunidad reciben igual formación monástica y teológica, con las necesarias adaptaciones a las posibilidades y al proceso de vida de cada uno. Cuando la comunidad ve necesaria la presencia de otro hermano sacerdote, llama a la ordenación presbiteral a cualquiera de los monjes en quien, después de ponderado discernimiento, se perciben signos claros de vocación para el ministerio ordenado. Los monjes-sacerdotes viven su ministerio al interior de la comunidad monástica, y su ordenación no fundamenta ningún régimen de excepción en cuanto a observancias se refiere, al contrario, de ellos dice S. Benito que han de dar a todos mayor testimonio de humildad. El hermano que ingresa debe discernir, pues, con mucha claridad desde el comienzo sobre su libertad interior frente a toda “expectativa sacerdotal”.