La Medalla de San Benito data de una época muy antigua y debe su origen a la profunda devoción que el Santo profesaba a la Santa Cruz, signo adorable de nuestra Redención, y que recomendaba a sus discípulos para vencer las tentaciones y asechanzas del enemigo.
En un principio y durante muchos años la devoción a esta Medalla de San Benito, fue meramente local y exclusiva de los monasterios benedictinos; pero la curación milagrosa del joven Bruno (más tarde, el Papa León IX) en el siglo IX, lo ocurrido con ella en Baviera en 1647, y sobre todo el breve de Benedicto XIV (12 de Marzo de 1742), contribuyeron poderosamente a su propagación.
Las investigaciones históricas sobre el origen de la Medalla de San Benito han determinado que su difusión comenzó probablemente en la región de Baviera hacia el año 1647. En esa época, durante el proceso judicial seguido a unas hechiceras, éstas declararon que no habían podido dañar a la cercana Abadía de Metten, porque estaba protegida por el signo de la Santa Cruz. En dicho monasterio se hallaron pinturas con representaciones de la Cruz junto con las iniciales que acompañan hoy a la Medalla. Pero las misteriosas letras no pudieron ser interpretadas hasta que en un manuscrito de la biblioteca se encontró la imagen de San Benito y la oración compuesta por las iniciales. En realidad, un manuscrito anterior (siglo XIV), que aún se conserva, procedente de Austria, parece haber sido el origen de la imagen y de la oración. En el siglo XVII un importante autor la tuvo por supersticiosa, debido justamente a los enigmáticos caracteres que acompañan a la imagen. Pero, en el año 1742 el Papa Benedicto XIV decidió aprobar el uso de la Medalla de San Benito, y mandó que la oración usada para bendecirla se incorporase al Ritual Romano.
En el siglo XIX se dio un renovado fervor por la Medalla de San Benito. En los trabajos escritos de Dom Prosper Guéranger, abad de Solesmes, y de Dom Zelli Iacobuzzi, de la Abadía de San Pablo Extramuros (Roma), se estudia detenidamente el origen y la historia de dicha medalla.
Esta Medalla es un sacramental, puede ser llevada sobre el cuello, en un monedero, unida al rosario o puesta en la entrada de la casa. Su adecuada devoción, junto con una vida de escucha a la Palabra de Dios y el esfuerzo por ponerla en práctica, nos acerca a Cristo, nos protege de todo mal y nos prepara para la vida eterna.
La medalla de San Benito representa, en un lado la imágen de la Cruz y, en el otro, la del Santo Patriarca.
El lado de la Cruz suele estar encabezado, o por el monograma del salvador: IHS, o por el lema de la orden benedictina: PAX.
En los cuatro ángulos de la Cruz se encuentran grabadas las siguientes iniciales: C.S.P.B., que significan: Crux Sancti Patris Benedicti, o sea: Cruz del Santo Padre Benito; las cuales son como un anuncio de la Medalla y no forman parte del exorcismo.
En la línea vertical y horizontal y alrededor de la Cruz, se leen, en el siguiente orden, estas otras iniciales, cuyas palabras componen la oración u exorcismo que tanto teme Satanás y que conviene repetir a menudo.
C.S.S.M.L.
CRUX SANCTA SIT MIHI LUX
La Santa Cruz sea mi luz
N.D.S.M.D.
NON DRACO SIT MIHI DUX
No sea el dragón mi guia
V.R.S.
VADE RETRO SATANA
Retírate, Satanás
N.S.M.V.
NUMQUAM SAUDE MIHI VANA
No me aconsejes vanidades
S.M.Q.L.
SUNT MALA QUAE LIBAS
Son cosas malas las que tú brindas
I.V.B.
IPSE VENENA BIBAS
Bebe tu mismo el veneno
En este breve texto, la victoria sobre el demonio se atribuye a la cruz de Jesucristo, que es luz y guía para el fiel, y que se opone al veneno y a la maldad del tentador. Es un eco de la consagración bautismal, donde el neófito es lavado con el agua de la regeneración y recibe la luz del Señor; pronuncia también las palabras de renuncia al demonio y confiesa la fe.
Por ello el cristiano que lleva la medalla no lo hace con una preocupación supersticiosa por apartar a los malos espíritus, sino consciente que es por la presencia del Señor Jesucristo y una vida conforme a la gracia, como habrá de mantener alejado al diablo y sus tentaciones. Donde está la gracia divina, no se puede aproximar el demonio. Pero el combate contra las asechanzas y tentaciones diabólicas no le va a faltar al fiel, pues el Maligno quiere impedir su camino hacia Dios, es entonces que la oración, la señal de la cruz, la invocación a Cristo y a los santos son necesarios.
Escribe Dom Guéranger:
No es preciso explicar al cristiano lector la fuerza de esta conjuración, que opone a los sacrificios y violencias de Satanás aquello que le causa el mayor temor: la Cruz, el Santo Nombre de Jesús, las propias palabras del Salvador en la tentación, y en fin, el recuerdo de las victorias que el gran Patriarca San Benito obtuvo sobre el dragón infernal.
El origen de la Cruz de San Benito no puede atribuirse con certeza al santo. Pero su sentido es profundamente coherente con la espiritualidad que inspiraba el padre de los monjes del Occidente y que este supo transmitir a sus discípulos. La vocación a la vida eterna es la llamada de Dios a la salvación en Jesucristo, y esta llamada espera una respuesta, no solo con los labios sino con el corazón.
El bautismo nos limpia del pecado original, nos hace hijos de Dios y nos da la vida de la gracia. La vocación del cristiano nace en el bautismo, y de esta manera tiene la fuerza para resistir al diablo, siendo fiel y consecuente con los dones recibidos.
El demonio, si bien ha sido derrotado, tiene todavía sus asechanzas, y encuentra muchas veces en nosotros un oído que se deja seducir. Por eso San Benito nos exhorta a no atender a esa voz que nos sugiere cosas malas, pero sí nos invita a escuchar la voz que viene de Dios por medio del Evangelio, en su Iglesia y en la oración.
Por eso San Benito nos exhorta a no atender a esa voz que nos sugiere cosas malas, pero sí nos invita a escuchar la voz que viene de Dios por medio del Evangelio, en su Iglesia y en la oración.
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