Tercera Perseverancia Hno. Saul – Septiembre 2024

Querido Hno. Saúl:

Nos hemos reunido en esta sala capitular para ser testigos de lo que estás pidiéndole al Señor y de lo que el Señor está haciendo en tu vida. Pides la perseverancia y esperas que el Señor, Dios nuestro, te la conceda. Como nos dice el Prólogo de la Regla (v.16): ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Si tú, oyéndolo, respondes: Yo, te dirá Dios: Si quieres tener una vida feliz y eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad. Apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Además, el Señor te dice hoy a ti, Saúl: El que procede honradamente y practica la justicia. El que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino. El que, cuando el diablo malvado le insinúa algo, considerándole despreciable, rechaza de su corazón al diablo con su insinuación y, agarrando hasta sus más pequeños pensamientos, los estrella contra Cristo. 

Ésta es la invitación del Señor, ésta es tu respuesta y éste es el camino. Golpear contra la Roca que es Cristo, de todo lo que te aleja y paraliza, es el camino a seguir. Tú has pedido perseverancia, ésta es ya tu tercera vez que la pides y la última fase de tu noviciado en miras a profesar los votos monásticos de obediencia, conversatio morum y estabilidad.

Esta etapa de noviciado es un periodo recordado y añorado por muchos profesos que ya tienen varias décadas en el monasterio y que recuerdan las bondades, sueños e ilusiones de este momento. Tanto así que la santa Regla se refiere al noviciado como el tiempo donde el hermano solo está, no tanto se preocupa en el hacer, pues oportunidades y situaciones para el hacer habrá muchas a medida que vayas insertándote plenamente en la comunidad. El ser es lo más importante. ¿Eres lo que haces? La gente en la sociedad de hoy califica a la persona por lo que hace, pues al preguntar quién eres quieren significar: a qué te dedicas, qué es lo que haces. Ciertamente el hacer es consecuencia de quién eres, pero no es lo mismo. Primero está el ser y luego está el hacer.

 

El Señor Jesús preguntó a los apóstoles en Cesarea de Filipo: ¿quién dice la gente que soy yo? No les preguntó primero ¿qué dice la gente que yo hago? En ocasiones Jesús responde a provocaciones como: ¿con qué poder hago esto?, es verdad, pero lo primero en la relación con sus amigos y hermanos era: ¿Quién crees que soy? El mismo dice: “Yo soy”, aludiendo al nombre de Dios: Soy el que Soy. Vemos también la importancia del ser en su respuesta a Pedro: “Tú eres Pedro”. La importancia del autoconocimiento, la identidad y el existir en un monasterio por lo que eres, no es tanto por lo que haces, pues eso viene como consecuencia de lo primero.

Vemos este quiebre en nuestra sociedad de hoy, ya que la gente no se conoce. Unos quieren, por ejemplo, ser o parecerse a un reptil, física y mentalmente, si así lo creen. Abultan la forma de su cabeza, se tiñen el iris o todo el ojo, se cortan la lengua en dos. Otros quieren cambiar el lenguaje para ser lo que ellos creen en su género: “el, ella, elle”, y muchas barbaries de lenguaje. El mundo actual sufre del conocimiento de su propio ser. ¿Quién soy?

Al hacer tu pedido de perseverar, estás diciendo que tu ser acepta y busca a Dios como la fuente de tu vida, que estas dispuesto a ofrecer tu voluntad a Dios hasta la muerte y más allá de la muerte. Por eso, para tal gran decisión, necesitas concentrarte aún más en discernir la voluntad de Dios.

Junto a esta idea de comprender que Dios te llama a ti, Saúl, con todo tu ser y lo que significas para Dios, esta también esta otra idea del meditar sobre Dios, sobre ti mismo, sobre las circunstancias, acerca de qué está pasando en tu vida.   

En el capítulo 58 de la Regla, san Benito nos recuerda que los candidatos que entran en el monasterio son conducidos al noviciado, a su “cella novitiorum”; y en este noviciado básicamente se enfatizan tres cosas: “meditar, comer y dormir” (58,5). Qué maravilloso y privilegiado tiempo que tienes, pues comer y dormir ya eres capaz de hacer, y nosotros también.  Básicamente de las tres cosas mencionadas, dos de ellas ya están cubiertas. La meditación es la tercera cosa que necesitas aprender y profundizar en esta descripción del noviciado.

 Sin embargo, vemos en la sociedad de hoy que el joven debe aprender a comer y a dormir también. No es simplemente el uso de los utensilios para saber comer o la posición para descansar, sino que se debe entender la necesidad de saber dormir y comer en su justa medida, en su equilibrio con relación a los apetitos del propio cuerpo, del propio cansancio. Básicamente se refiere a entender y a ordenar toda su humanidad. San Benito era consciente y entendía muy bien las exageraciones y los descuidos.

Vemos pues que el problema del equilibrio del cuerpo y sus apetitos no es solo del hombre actual, es del hombre en sí mismo, de todos los tiempos.  El cuerpo necesita educarse y formarse. La meditación entra aquí como el elemento fundamental de un orden corporal, físico. La meditación de la Palabra, el rumearla, el recibirla y acogerla como propuesta de salvación en Cristo, enrumbará el camino a seguir dentro de la vocación monástica y el camino hacia los votos desde tu ser total: tu cuerpo, tu alma, tu psiquis, tu espíritu. Por eso, debes tener en cuenta, querido hermano Saúl, que tu libertad y voluntad están siendo interpeladas para responder con tu consentimiento y permitirte usar tu libertad desde el corazón para meditar el camino de compromiso más profundo con Dios: los votos monásticos.

Por eso es importante meditar; por eso es relevante integrar los diversos niveles y dimensiones de tu persona para responderle a Dios dentro de una comunidad concreta. Así, esa respuesta te llevará a una encarnación de la Palabra en tu vida. La meditación de los misterios divinos, su voluntad, la acción de Dios en tu cotidianidad y en las personas que te rodean, te llevarán a ese vaciamiento y plenitud de Dios. San Agustín de Hipona decía: “Debes vaciarte de aquello con lo que estás lleno, para que puedas ser llenado de aquello de lo que estás vacío”.

El llamado para ti y para todos nosotros también, es a revestirse de las actitudes de Cristo, que Cristo sea tu centro, tu fundamento y el fin hacia donde te diriges. Para eso, la meditación te ayudará a asimilar, a hacer tuya, y a hacerla propia, a dar tu consentimiento a la voluntad de Dios en ti.  Toda la comunidad aquí presente, nos unimos a ti y pedimos que el Verbo de Dios actúe en toda tu humanidad, como lo muestra la Regla, que es precisamente el fin de la meditación cristiana a la que san Benito te invita. Por eso primero hay que ser, luego parecer, para finalmente hacer la voluntad de Dios.

Alex Echeandía, OSB